Hace unos meses descubrí La délicatesse de David Foekinos. Un libro redondo, perfecto. Tremendamente original. Me encantó de principio a fin. En cuanto terminé el libro, lo volví a empezar. Y me lo he vuelto a leer varias veces.
El libro empieza fuerte. En la página 13 ya se han encontrado los dos personajes y en la 14 ya están en una cafetería decidiendo lo que tomar.
Y esto pasa cuando están dentro (traducción libre, por mi parte, hecha ahora mismo desde la versión original francesa):
"Él le pregunta que qué quería tomar. Su elección sería determinante. Piensa : si se pide un descafeinado, me levanto, me voy. No se tiene derecho a pedir un descafeinado en una cita. Es la bebida menos coloquial que existe. Un té no es mucho mejor. Apenas la conoces y ya se ha instalado una especie de capullo un poco blando. Se nota ya que vas a pasar la tarde de los domingos a ver la televisión. O peor : en casa de los suegros. Sí, un té es incontestablemente un ambiente de la familia de la otra. ¿Entonces qué? ¿Alcohol? No, no está bien a estas horas. Se podría tener miedo de una mujer que se pone a beber así, de golpe. Incluso una copa de tinto no pasaría el filtro. François continuaba esperando que eligiera y seguía su análisis líquido de la primera impresión femenina. ¿Qué quedaba ahora? Una Coca-cola, o cualquier otro tipo de refresco.. no, no es posible, eso no es nada femenino. Ya que estamos, que si pida una pajita con ello. Finalmente se dijo que un zumo estaría bien. Sí, un zumo; es simpático. Es coloquial y no muy agresivo. Se nota la chica dulce y equilibrada. ¿Pero qué zumo? Mejor esquivar los grandes clásicos : evitemos la manzana o la naranja, están muy vistos. Hay que ser un poco original sin ser excéntrico. La papaya o la guayaba dan miedo. No; lo mejor es elegir algo entre los dos, como el albaricoque. Eso es. El zumo de albaricoque es perfecto. Si se pide eso, me caso con ella; pensó François. En ese preciso instante, Nathalie levantó la mirada de la carta, como si volviera de una larga reflexión. La misma reflexión que venía de realizar el desconocido frente a ella.
«Voy a tomar un zumo...
- ¿...?
- Un zumo de albaricoque, creo.»
François la miró como si fuera una fractura de la realidad."
Me encanta. No os extrañará que lo le he leído miles de veces...
Y de hecho me hago reflexiones parecidas, tales como quedar con alguien, que esté lloviendo y pensar: "si trae paragüas, me tomo un descafeinado. Y dependiendo del paragüas, incluso puedo irme. Uno normal, todavía pasa. Pero no un clásico de estos grandes con una media anilla y negro; da miedo, te hace ver ya el día que estará muerto, en el cementerio; lloviendo y con el paragüas. Uno de colorines tampoco es mejor. No hay que tener miedo a hacer el ridículo, pero hay un límite. Si tiene uno de esos, salgo coriendo. No es nada original traer paragüas cuando está lloviendo tan poco. Estos españoles que no saben sobrevivir en cuanto caen unas gotas. Si no trae paragüas, me planteo seriamente las cosas."
(En fin, os hacéis una idea)
... Este libro ha revolucionado mi intelecto. Pero claro, ahora cada vez que quedo con un hombre tengo un serio dilema de lo que me tomo. Aunque suelo ir con la intuición y decir lo primero que se me ocurre.