Yo recuerdo que empecé a escribir como si fuera una pulsión. Esto fue hace muchos años y yo en aquella época SIEMPRE estaba deprimida y triste. (Era adolescente y tenía un blog llamado Blood Sucker, ¿vosotros qué creíais?)
Cuando estaba bien, que era casi nunca, no escribía, porque no sentía necesidad de escribir nada, sólo vivir. Siempre pensé que eso significaba que no tenía talento. Que si de verdad eres escritor, escribes siendo feliz o triste, deprimido o dando botes (aunque esto último presentaría unas dificultades técnicas considerables).
Todo el mundo cuando está deprimido se pone a escribir (sobre todo si no tiene a nadie a quién hablar) y yo quería ser escritora, así que tenía que conseguir escribir estando en cualquier estado.
No es que fuera algo que trabajara. Un día simplemente hizo click! y pude escribir en cualquier estado de ánimo. A día de hoy no sé exactamente qué pasó, la verdad (¿alguna vez sabemos realmente que pasa con estas cosas?) y a día de hoy, cuando estoy triste, oddly enough, no quiero escribir. Lo sé, es raro (y os estaréis preguntando por qué narices cuento esto) que de repente fuera todo lo contrario. Pero así es.
Así que así estuve estos tres último años, triste, con poca cosa que decir al papel. Y el último curso fue el peor (algunos sabréis por qué). El último curso no escribí NADA. Ni en el blog, ni en mi ordenador, ni en papel, ¡ni siquiera en mi cabeza! No conseguía salir de una depresión de caballo (¿por qué usamos este animal en este contexto?) y desconectar durante el verano no salió como esperaba.
Un gran amigo y yo dejamos de hablar. No hubo una pelea ni nada; simplemente.. las cosas fueron hacia el abismo del silencio. Trabajé en la inmobiliaria de mis padres, que por si no lo sabéis, es el trabajo más estresante del mundo. Y más en verano, con tanto alquiler. Y en casa de mis padres notaba como mi presencia se hacía notar y creaba tensiones.
No es que mis padres no me quieran ahí. Es que ya es hora de que estén a solas, enamorados como el primer día. Y yo.. pues.. molesto. No me ofende esto, me alegro de que mis padres tengan vida más allá de sus hijos (aunque de momento no más allá del trabajo) pero cuando estás con el agua rozándote la nariz, es difícil que no te afecte algo; cualquier cosa, en realidad.
Mis padres y yo no necesitamos llamarnos todos los días. De hecho, si lo hacemos, no tenemos muchas cosas que contarnos. Preferimos en persona, no nos gusta el teléfono. Y mis padres son unas personas que usan la técnica de "espabílate", que dejan mucho a mi bola y a mi juicio.
(Una vez, cuando llovía, desperté a mi madre porque quería que me llevara en coche los siete minutos que eran andando hasta la parada de bus. La desperté a las siete y cuarto y le dije: "mami, está lloviendo, ¿me llevas?" y me dijo, medio dormida y antes de darse la vuelta "pues cógete un paraguas".)
Quiero a mis padres, los adoro. No os imagináis cuánto. Y me dolía causar tensiones entre ellos y entre nosotros.
So no, wasn't that good of a Summer.
Volví a Madrid en septiembre y seguía algo igual. Por no mencionar que me separé de mi Tiramisú querida. Hice bricolaje, volví a ver a mis amigos, y todo seguía igual por dentro. No conseguía sacudirme esa tristeza interna y tan profunda.
Hasta que llegó él. fue cosa casi de última hora, un mensaje al móvil: "Oye, voy a Madrid este finde, ¿puedo quedarme en tu casa?" y obviamente accedí. Fue un fin de semana magnífico. Motivador, inspirador, conocí gente muy interesante y, sobre todo, me di cuenta de la necesidad que tengo de tener gente culta y que le interese lo que a mí en mis círculos. Que tengo que dejarme la noche. Que lo único que hace es quitarme sueño y vida para al final no darme nada a cambio.
Y, otra vez, ese click! and I was back.
Me puse a escribir otra vez (incluso publicaba en el blog, como habréis notado mis cinco lectores. Aunque últimamente me entero de que me lee más gente) y ese mismo lunes, después del fin de semana, terminé un relato que tenía parado desde hacía más de diez meses. ¡Diez meses!
It was good to be back. Me sentía viva. Sentía cada palabra salir por mis dedos hacia el teclado y una sonrisa no dejaba mis labios. Era como redescubrir un amante dormido.
Semanas más tarde, sigo sin saber cómo pasó. Pero me da igual; la verdad, no quiero saberlo. Estoy simplemente alegre de volver a escribir, de volver a imaginar, de volver a amar la escritura.
Creo que ya basta por hoy y de cosas personales, ¿no?
Mum, I love you. Happy birthday.
(Hay muchos paréntesis en este post, ¿no creéis?)