Buscamos la cercanía del otro siempre que estamos juntos. Una mera caricia, un ligero beso. Tenemos una cierta necesidad a sentirnos. Nos gusta el tacto del otro y nos gusta notar esas caricias muy discretas, casi tímidas.
Esos besos que no están en absoluto previstos, que parecen incluso robados. Estamos en un teatro y es muy incómodo cogerte la mano o que me acaricies la mejilla. Pero lo hacemos, sentimos que es necesario. Es como una droga.
Cantas tan mal, que tengo que callarte con un beso. Un beso robado.
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