Lees mis relatos con gran interés. Estamos en la cama, acabamos de hacer el amor. Me dijiste que querías leerme mientras yo escuchaba uno de tus temas. Me tumbo mirando hacia ti y antes de dejarme llevar por tu música te miro fijamente a los ojos.
Veo la pantalla blanca del ordenador reflejada. Tus deliciosos ojos se mueven de izquierda a derecha tan rápido que me pregunto si te da tiempo a leerlo todo. Lo que escribo no es John Milton, seguro que te estás enterando de las vidas de mis personajes.
Terminas de leer y suspiras. Te miro preocupada: ¿no te ha gustado?
- Sí, sí. Claro. Es que... ha terminado.
- Bueno, en algún momento se tienen que acabar.
- Pero, ¿por qué la mata? - me preguntas, realmente espantado.
- Porque es una tragedia.
- Tú en la vida real no eres tan pesimista, ¿no?
- Tranquilo. Me considero optimista, incluso.
Me besas en aprobación de mi respuesta. Me gustan tus besos, están llenos de contrastes.
Quieres leer otro. Te pongo otro. Menos mal que son cortos, sino no íbamos a dormir. Apoyo la cabeza en mi portátil. Al minuto quieres bajar la página pero estoy en medio así que le doy a la flecha con mi nariz. Te ríes y sigues leyendo. Cuando toca bajar la página dices ¡nariz! y yo procedo a facilitarte la tarea.
Recuerdo ese momento con gran ternura. Siempre con una sonrisa en los labios. Tres años más tarde, aquí estás, no sueltas mi mano y no vas a nuestra casa para dormir. Fue sólo un mes y medio después de ese momento nasal que cayó el diagnóstico: cáncer de mama. Incurable. Demasiado avanzado.
¡Si sólo hubiera buscado bultos a menudo! Podría seguir disfrutando de tus besos durante más años. Podríamos dormir en nuestra cama.
Esta es la última vez que me hospitalizan, sospecho. No creo que salga esta vez. Y no te has separado de mí ni un sólo instante. Excepto cuando los de seguridad te escoltaron fuera por no respetar las horas de visita.
Volviste a entrar a los veinte minutos. Por la ventana. A la mañana siguiente, cuando te vieron las enfermeras gritaron del susto. Cada vez que te echaban, volvías. Hasta que dejaron de echarte.
- ¿Por qué se tienen que morir tus personajes?
- La vida es una tragedia. Pero mi vida no lo ha sido contigo. El haberte conocido cambió eso, mi amor.
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