Hace un mes, más o menos, era mi última noche en Madrid. Me venía a pasar el verano en casa de mis padres. Yo por vacaciones, aparentemente entiendo trabajar todos los días, pero yo tengo un visión distinta de las cosas.
Todo el día anterior estuve por ahí, con un amiga. Lo que me impidió hacer aquello que me carcomía por dentro. Todo el día estuve pensando en lo que había escrito, en si decía publicarlo o no.
Siempre he sido una persona que le gusta decir lo que quiere, pero a veces me callo. No tanto por los otros, sino por mí.
Escribí los pocos párrafos en mi bandeja de entrada, en el móvil. Mientras veía la Black Jam de el junco. Y ahí han estado todo este tiempo, atormentándome. No voy a decir que lo releo cada noche, porque no es cierto. De hecho, desde que lo escribí no lo he vuelto a mirar. Pero está ahí, no me lo sé de memoria, pero casi.
Es mi última noche en Madrid. Me
gustaría ir a tu casa y pegarte un tortazo o nada más abras la
puerta mandarte callar y besarte. Sin darte más opción que echarme
bruscamente o besarme como tantas noches sueñas.
No te dejaría hablar porque sé que lo
estropearías. Dirías algo que no me gustaría y no quiero escuchar
eso. Sólo quiero escuchar el ritmo de nuestra respiración,
describiendo el deseo. Quiero sentir cómo tus dedos se crispan en mi
espalda, anhelando arañarla. Quiero que no digas nada y que
simplemente me beses y sientas mi calor contra el tuyo.
Quiero que cierres la puerta y que
dejemos las historias fuera. Quiero que olvidemos todo lo anterior y
empezar de cero. En tus brazos nunca me costó olvidar el resto del
mundo. Quizás te pegara el tortazo ahora, sólo para que me beses,
haciéndome saber que todo estaba bien, que lo sentías.
Quiero que me mires a los ojos. Quiero que veas lo que te has perdido todo este tiempo.
Ahí están. No lo publiqué tanto por el hecho de que lo leyera esa persona en la que pensaba escribiéndolo sino por la posibilidad de que ese alguien volviera, cuando me prometí que no le dejaría.
El otro día soñé que estaba haciendo la siesta, que me despertaba la vibración del móvil. Eras tú. "I come back, humble". Ya no tengo tu número, pero sabía quién eras. Te contesté que si ibas a volver tenías que volver de verdad, 'grow a pair' y dejarte ver el pelo de una maldita vez. El sueño era un intercambio de cinco mensajes y lo que parecía una reconciliación.
No me gusta soñar con él. Lo más probable es que estadísticamente hablando, no sueñe casi nada con él, pero como siempre me despierto de repente en los que sale él, los recuerdo.
Tengo sueño, son las seis menos cuarto y yo estoy despierta. No es sano. Voy a dormir. Ya me da igual todo.